dissabte, 13 de juliol del 2013

EL DESTINO DE UN SOÑADOR QUE NACIÓ PARA SER LIBRE

Octavo capítulo- SOMOS TRANSPARENTES

Vuelve el silencio. Sé que me toca a mí… Ella ha empezado con algo demasiado… íntimo, y yo no sé si podré revelar algo así como primera cosa.
-          Te mentí. Me encanta nadar. Voy a esa playa desde que era pequeño, nadar es mi pasión.
-          Yo también te mentí. Conozco esa playa desde hace pocos días. Pero me pareció tan… hermosa, tan diferente al bosque… Y te tuve envidia, tuve envidia de que ese lugar fuese tan especial para ti y que para mí tan sólo fuese un lugar conocido de hace unos días. Envidia de estar tan cerca y no haberlo visto hasta hace poco… Y también pensé que quizá así confiarías más en mí. Si teníamos más cosas en común tal vez…
Su sinceridad me relaja más. Al parecer esa chica que me hace sentir pequeño también tiene imperfecciones. Aun así es… de verdad. Y esto no hace más que afirmar lo que ya sabía. En estos momentos mi imagen sobre ella se define, no cambia de opinión como antes, ahora creo que la estoy conociendo de verdad. Y yo también tengo que ser sincero. ¿No es eso lo que busco en las personas? ¿No es eso lo que me ayuda a sobrevivir, saber que en algún lugar hay alguien sincero? Yo también tengo que serlo.
-          Mi madre tenía cáncer.- Me callo por unos instantes, pero me obligo a seguir, y lo acabo de decir todo sin parar, porque puede que si lo hago no consiga retomar la explicación.- Ella no me lo dijo. Tuve que enterarme por un guardia, cuando ya era demasiado tarde para despedirme, para poder ayudarla tan sólo. Quiero pensar que lo hizo porque me quería, porque no quería que me preocupase por ella y que estuviera todo el tiempo que le quedaba mirándola con cara de lástima. Pero no lo hubiese hecho. Me hubiese asegurado de que esos días fuesen los mejores de su vida. Pero no por su muerte hui. Cuando el guardia me dijo todo lo que había ocurrido, cuando vi esa falsa expresión de preocupación en su rostro… no pude contenerme. Le dije todo lo que pensaba. Le solté en unas cuantas palabras todo lo que sentía y sigo sintiendo, toda la hipocresía que invade este país, la máscara mentirosa que cubre todas las caras de toda la gente. Son simplemente eso, máscaras mentirosas que luchan por ver quién miente más, que fingidor es el más creído, tan sólo para que El Dictado les recompense. Por eso, después de decirle todo aquello supe que no podía seguir allí, que él me entregaría y contaría todo lo que había ocurrido por unas cuantas monedas, por un poco de cariño frio y un poco de comida- Sólo cuando paro de hablar me doy cuenta de que he pronunciado las palabras con asco, que no me he callado nada de lo que ha pasado por mi cabeza, y eso me gusta.
No me intenta consolar, no dice nada respecto a mi historia y se lo agradezco. No quiero escuchar ningún tipo de consuelo, ninguna palabra amable para intentar parecer que me entiende. Tal vez me entienda, tal vez no, pero no lo demuestra de ninguna manera. Mejor. Lo último que quiero es dar pena. Porque de esa misma pena es de la que intento recuperarme.
Esta vez no da tiempo a que el silencio incomode la situación. Ella habla nada más pronunciar yo mi última palabra. Lo hace igual que yo, atropelladamente para no quedarse a mitad de la historia.
-          Cuando yo tenía diez años mis padres fueron a recoger unas cuantas bayas y a buscar animales muertos, y nunca volvieron. Yo ya sospechaba algo, pues hacia unos días que hablaban a escondidas y se callaban cuando yo aparecía. Estaban más fríos y distantes conmigo. Pero no quería creer lo que pasaba por mi cabeza. No quería creer que mis padres fuesen capaces de hacer algo así, de dejarme sola, de irse sin más… No quería creerlo y pasó, y fue peor. Y desde ahí hasta ahora. Ningún cambio. Mi historia es más corta, la tuya sin duda es más valiente.
Sí, la suya es más corta. Pero no más cobarde, al contrario. Ella ha sido la que ha sobrevivido diez años sola, la que ha sabido salir adelante. Yo no llevaba ni un día solo y ya iba concienciado de que no iba a pasar de los tres días. Si no hubiese sido por ella… Pero yo tampoco la consuelo. Ella no me lo ha hecho a mí, yo tampoco le haré sentir así. Porque tampoco querrá escuchar ninguna estúpida palabra. Ha tenido diez años para asumirlo, y lo ha asumido muy bien, no hace falta que nadie le recuerde la tragedia de su historia. Ya la sabe, y no necesita ninguna palabra más que la suya.
-          No sé qué decir más. Ya te he contado lo más importante de mi vida. Lo que no le hubiese contado jamás a nadie.
Ella me mira. Noto la presencia de su mirada y también la miro. Nos miramos sin expresión en la cara, ni ella ni yo. Noto como mi corazón se va desnudando, como mi alma se queda sin esa protección que le daban los secretos, los que yo pensaba que serían siempre míos. Soy transparente, completamente transparente para ella.
-          No, no me has contado todo lo importante de tu vida. Me has contado lo último que has vivido. De toda tu vida, tan sólo un día. Has pasado por encima de todo lo demás sin darte cuenta. De todo lo que te ha hecho feliz, de esas anécdotas que seguro que aun te hacen sonreír, de esos miedos, de esos pequeños males de tu vida, de esos momentos especiales…
Y tiene razón. He olvidado muchas cosas. Todo, para ser más exactos.
-          Nunca he tenido amigos.- Empiezo por lo peor de todo.- Toda la escuela está llena de hipócritas. Incluso lo que nos enseñaban estaba escrito a través de la hipocresía.  Y no quiero ser como ellos, así que siempre los he evitado. Ellos tampoco estaban mal sin mí, así que todos felices.
Ella no me presiona. Sabe que se lo contaré todo. Que ahora es su turno.
-          Una vez maté a un conejo.- Nos miramos, no lo hemos dejado de hacer desde que nuestras miradas se han cruzado, y ahora me siento más seguro con ella.- Lo maté a golpes. Vi como su sangre manaba sin cesar por todas las partes de su cuerpo. Vi como lloraba, como con cada golpe su cuerpo y su alma sufrían y su corazón dejaba de latir lentamente. Vi su sufrimiento y no pude parar de llorar. Su corazón dejó latir y de mis ojos no pararon de brotar lágrimas cada vez que lo recordaba. Ahí, en ese justo instante, dos días después de que mis padres me abandonaran, me juré a mí misma que nunca más mataría a un animal. Nunca, ni con cuchillo, ni a golpes, ni con un tiro. Con nada… Ahí entendí a mis padres más que nunca. Entendí por qué ellos jamás habían matado a nada ni a nadie. Conocí al dictador sin convivir nunca con él. Y conocí la libertad en la que mis padres creían. Pero ellos me dejaron…
De sus ojos salen lágrimas, algunas mueren en el colchón y otras en su boca. Aun así no aparta la mirada. Y sus lágrimas me recuerdan algo, a alguien mejor dicho. Algo que sin duda marcó mi carácter, pero que poco a poco ha ido cayendo en el olvido. Hasta a ahora. Yo no lo recuerdo mucho, pero mi madre me habló un poco de él. Bueno, más que de él, de lo que ocurrió.
-          Mi padre me abandonó cuando yo tenía cuatro años. No lo recuerdo muy bien, pero mi madre me contó todo lo que sucedió. Él intentó secuestrarme. Quería matarme. No sé por qué querría hacerlo, ni lo necesito saber. Sólo sé eso. Quería matarme. Mi madre no me contó más, ni yo le pregunté, sabía que era un tema muy delicado. Pero ella luchó por mí, no dejó que se me acercara y unos meses después mi padre se fue. De la noche a la mañana desapareció sin dejar rastro. Y desde ese día hasta hoy, todo igual. Feliz...
Todo lo malo que ha marcado mi vida ya está. Todo dicho. La hipocresía de los demás, el recuerdo explicado de mi padre… No, no todo. Hay algo no tan malo, al contrario, realmente bueno que no he dicho. Que marca todo mi yo, que rige mi vida, un rumbo tomado tan sólo en esa dirección. Puede que ya lo sepa, pero necesito decírselo.
-          Busco personas sinceras. Gente que tenga sus propias ideas y su propia manera de pensar. Personas que no se rijan por nada que no sea suyo. Personas… reales. Personas que no se dejen engañar ni controlar.
Empieza a reír. Sé que me ha escuchado. Sé que no se ríe por lo que he dicho, sino por algo que ha recordado. Cada uno está pendiente de su historia pero no se pierde detalle de la otra. Ríe. Deja de llorar y ríe a carcajadas. Esbozo una media sonrisa, sincera, al oír su risa.
-          Una vez- empieza a decir, entre risas-, cuando todavía era totalmente inexperta, mientras paseaba por el bosque, vi un panal de abejas. Tendría unos seis años y por ese entonces de ellas sólo sabía que en sus panales había mucha miel. Quería aprender a recogerla antes de que mis padres me enseñara, quería hacer algo por mí sola.- No puede evitar reír hasta tal punto que a veces no se entienden muy bien sus palabras.- Cogí una piedra y la lancé hacia ellas con la esperanza de que callera y pudiera recoger así toda la miel y ponerla en un bote que llevaba conmigo. Pero no ocurrió eso, claro que no ocurrió eso. Salieron las abejas y empezaron a perseguirme. Les había destrozado el panal y querían vengarse. Yo gritaba como loca a mis padres. Llorando como si de eso dependiera mi vida. Llegué a la casa y me abracé a mi madre. Ella me preguntó que qué me pasaba. Yo se lo expliqué entre llantos, pero las abejas ya no estaban allí. La mayoría no, pero una sí que quedaba en mi manga. Salió de golpe y me picó en la punta de la nariz. Me pasé unos cuantos días con la nariz hinchada y roja. Entonces no me reía, pero ahora se ha convertido en lo más gracioso de mi vida. Es tan gracioso ahora que lo recuerdo…
Yo también rio. Me la imagino a ella en versión enana con la nariz como una patata y no puedo evitar reír. Reímos a carcajadas hasta que no recordamos el porqué de nuestras risas. Me toca a mí, lo sé, pero eso ya no es ningún problema. Incluso me gusta que sea mi turno.
-          Unos días después de haber aprendido a nadar perfectamente, estaba tan tranquilo en el agua, hasta que algo me rozó el pie. Pensé que sería una medusa o algún otro pez venenoso. Grité de dolor, un dolor fingido la verdad. Era más de terror. Nadé como un desesperado hasta la orilla. Mi madre me miraba curiosa y preocupada. Le dije que algo me había atacado, algo grande y fuerte había intentado comerme. Que exagerado que era…- río al recordarlo, y ella acompaña mis risas con más risas- Mi madre se acercó preocupada a la orilla, aunque yo no tenía ni un solo rasguño en todo el cuerpo. Miramos los dos esperando ansiosos por ver lo que se escondía en esas aguas. Y apareció un neumático. Sí, un neumático viejo.-Río con más ganas, y ella hace lo mismo.- Mi madre rio y yo me sentí avergonzado. Aunque unos segundos después yo también rompí a carcajadas.
Después de acabar de contar mi anécdota, seguimos riendo. Hacia tanto que no reía… Y sé que ella también hacia mucho que no sentía esta sensación. Así que reímos. Reímos incluso cuando ya no nos hacen gracias nuestras anécdotas. Reímos por el placer de reír. Tan sólo eso. Y ella, todavía sin parar de hacerlo, habla de nuevo.
-          Mi color preferido es el rojo- dice, como si fuese lo más gracioso del mundo.
-          El mío el amarillo- respondo, con su misma emoción.
-          Lo que más me gusta en este mundo, perderme en las moreras y recoger miles de moras.
-          Lo que más me gusta en este mundo, nadar.
-          No podría vivir sin… la esperanza. La esperanza de que todo vaya bien y que las cosas cambien algún día.
-          No podría vivir sin… la esperanza. La esperanza de encontrar al alguien sincero por fin. Y no va mal encaminada esa esperanza.-Espero que en esa última frase se haya dado por aludida.
Este juego me gusta. Ahora soy yo quien empieza.
-          Lo que olvidaría para siempre… todos los recuerdos malos del pasado. Empezaría de cero aquí, sin tener que vivir en la ciudad.
-          Lo que olvidaría para siempre… el día en que mis padres se marcharon. Sentí que me moría, no de hambre, sino de nostalgia, de culpabilidad. Pensé que había hecho algo mal.
Me quedo callado por un momento. Sé lo que tengo que decir ahora, y creo que también ella lo sabe.
-          Algo que no olvidaría nunca… este momento. Me ha hecho crecer, aprender, creer. Me ha dado vida.
-          Algo que no olvidaría nunca… este momento. Ha hecho que esa esperanza desapareciese y aparezca en su lugar una posibilidad. Ya no necesito esa esperanza, porque hay una posibilidad, la posibilidad. Y eso es más fuerte.
Sonreímos. Siento como nuestras almas se vuelven una. Como nos conocemos. Como nos comprendemos.

-          Esto era lo que necesitábamos, confianza. Conocernos y poder sentir lo que el otro siente. Poder comprender al otro. Ya queda poco para que podamos tener un sueño compartido juntos.

4 comentaris:

  1. oh wow! me iré a leer el primer capítulo, pero lo que he leido me ha gustado ^^
    promesa que me pasaré por aquí :)
    Besos!

    ResponElimina
    Respostes
    1. Me alegro mucho de que te haya gustado!^^ Muchas gracias por leerme*-* Besos:)

      Elimina
  2. hola cielo me gusto mucho como escribes, ya te estoy siguiendo voy a empezar por el primer capitulo tambien. besos

    ResponElimina
  3. Muchas gracias^^ Espero no decepcionarte!:) Besos y me alegro mucho de que te haya gustado*-*

    ResponElimina