Sexto capítulo- NO, NO EXISTEN
En este momento, la materia de la
que está hecho mi cuerpo se destroza, se cae, se quema, se polvoriza y acaba en
el suelo. Mis ojos pierden expresión y mi mente el saber. Me vuelvo hacia ella,
es un auto reflejo. La miro serio, enfadado y no sé por qué. Me sigue agarrando
la muñeca, con fuerza. La miro. ¿Esto es una trampa? No lo sé, pero tengo
miedo. ¿Cómo puede saber que tengo sueños premonitorios? Simplemente, ¿cómo?
Estiro mi brazo hacia mí para deshacerme de su mano y doy un paso atrás. Así
estoy más seguro. Sigo sin saber qué hacer. Ni siquiera sé que está pasando. No
sé nada. Y eso me pone en desventaja. ¿Cómo sabe ella tanto y yo tan poco? Es…
es… prácticamente imposible que todo esto sea una casualidad. Tengo miedo. Todo
esto es por algo. Es que… no me explico cómo puede saberlo.
-
¿Qué?- Mi voz es un susurro que refleja todo mi
miedo y todo lo que sé: nada.
-
Que lo sé, Ales, sé que tienes sueños
premonitorios- repite, sin poner mucho cuidado en sus palabras.
Me asusto aún más. Aunque sólo haya repetido la misma frase,
escucharlo otra vez aumenta mi miedo. Esto lo confirma todo.
-
No. Es imposible. Nadie lo sabe. ¡NADIE!- grito,
enfadado, frustrado por el poco secretismo de mi secreto.
-
No puedo decirte porqué lo sé. Pero lo sé.
Siempre lo he sabido. Así que no te vayas… no te vayas por ellos.
Sus palabras son difíciles de
digerir para mí. Para ella serán simples palabras, pero a mí me traen mil dudas
y mil preguntas.
-
¿Cómo lo sabes?- Sigo sin acercarme y estoy
alerta ante cualquier movimiento.
-
No puedo explicártelo bien. No puedo… Pero
créeme, saberlo no cambia mi opinión sobre ti. Sigues pareciéndome una buena
persona, con sueños premonitorios o sin. No te vayas, por favor- De sus ojos
brota una lágrima y su voz se desgarra en esa última palabra.
La mezcla de sus palabras y el
saber que va a morir hacen que algo dentro de mí vaya muriendo. Me quedo. No
puedo dejarla sola hasta el día de su muerte. Va a morir, al menos así está
acompañada hasta su último suspiro… No quiero que muera sola, aunque sea con
una compañía como yo.
-
Me quedaré. Aunque sigo teniendo esa duda sobre
cómo sabes lo que tengo.
-
Te lo explicaré, te lo prometo, pero ahora no
puedo. Dime, Ales, si quieres, ¿qué te ha dicho ese sueño?
-
No querrías saberlo, y será mejor así. ¿Por qué
no olvidamos esto y seguimos conviviendo como hasta ahora? Además, creo que los
sueños premonitorios se están empezando a ir. Es como una enfermedad, y se está
curando. Quiero olvidarme de ellos para siempre.
-
No, Ales, los sueños premonitorios nunca se
van.-Se acerca a mí, hago el ademán de alejarme, pero no lo hago.- No son
ninguna enfermedad. Es un don. Y tienes que aprender a convivir con ese don.
-
No, no es un don. Y no hables de ello como si
fuese algo bueno, porque no lo es. Todo son desgracias. Desde que empezó esta
enfermedad sólo he sabido las desgracias de antemano. Lo peor es que no se
puede cambiar nada. Esa sensación de impotencia…
-
Te equivocas, sí se puede. Es difícil, pero se
pueden cambiar las premoniciones. Siempre y cuando no sean…
-
¿Qué? ¿En serio? ¿Lo dices en serio?-Esto lo
cambia todo, absolutamente todo. Doy ese paso que nos separa y la abrazo con
fuerza- Entonces lo podemos cambiar. Podemos cambiarlo, Alek. No te vas a
morir. Vamos a cambiarlo y no te vas a morir- Sonrío, mientras aspiro el olor de
su cabello.
No sé por qué me he puesto tan
contento si hace unos segundos quería irme de esta casa. Los sentimientos de mi
cuerpo van y vienen sin una razón en concreto.
Alek no me devuelve el abrazo. No
se mueve. No dice nada. Ni siquiera parece alegre por poder cambiar su destino.
Y me separa de ella. Con sus manos me empuja un poco con suavidad para
apartarse de mí.
-
Siempre y cuando no sean finales. No, Ales. Si
eso es lo que has soñado, no se puede cambiar. Se puede cambiar el camino que
recorre algo, pero no el final, no donde acaba. El destino final, ese punto
donde todo termina, no se puede cambiar. Porque entonces todo se desmoronaría.
Cambiaría el destino de todo, porque si ese algo no acaba cuando tiene que
acabar, intervendría en el resto de cosas, y estas cambiarían su destino
también. Por ejemplo, puedes cambiar los éxitos de una persona, la salud de un
árbol, pero no puedes cambiar la muerte de esa persona, no puedes cambiar que
algún día ese árbol se seque o lo talen.
Mi alegría cae al suelo como si
de plomo se tratase. Tenía la esperanza de que… Pensaba que podía cambiarlo…Me
había hecho ilusiones de que al menos por una vez las cosas no fuesen mal.
Pero… ya está. ¿Todo se ha acabado?
-
Entonces, ¿ya está? ¿Ahora que lo sabes te vas a
quedar con los brazos cruzados?
-
¿Qué otro cosa voy a hacer?
Intenta ser fuerte. Pero se le
escapa una lágrima. Y luego otra. Y más. Llora en silencio, intentando que yo
no escuche ni vea sus lágrimas. Le abrazo y lloro con ella. Lo mejor que puedo
hacer ahora es ser su compañero de tristeza, alguien que llore con ella, que
sienta lo mismo que ella. Y no tengo que hacer muchos esfuerzos para serlo.
Todo lo que ha hecho ella por mí… Todo lo que pensaba hacer… Ella era mi
esperanza, la única posibilidad que tenía para rehacer, pero de una forma
bonita. Era… una luz al final del túnel. Es… la luz al final del túnel. A pesar
de ese misterio y desconfianza que desprende, no puedo evitar sentir cierto
aprecio hacia ella. A pesar de que confíe y desconfíe continuamente de ella, no
me ha hecho nada malo.
-
Tiene que haber algo… algo que podamos hacer.
Entre los dos podríamos protegerte y…
-
No, Ales, no quiero. No quiero pasarme todo lo
que me quede preocupada por lo que me pueda pasar. Ni que tú lo estés. Porque
va a pasar. Porque entonces mi vida se acabaría aquí. Si tengo que tener miedo
todo lo que me quede, ya no sería vida…
-
No digas eso, Alek. No va a pasar nada. Todo va
a seguir como antes. Puede que se haya equivocado esta vez…
-
Ales… los sueños premonitorios nunca se
equivocan. No hay nada que hacer. La verdad es que he llegado más lejos de lo
que pensaba.
-
Por Dios, si sólo tienes unos veinte años. No
digas eso. Además, ¿cómo sabes que no está equivocado? ¿Cómo sabes tantas cosas
sobre los sueños?
-
Lo sé. Sólo importa eso.
Me separo de
ella.
-
No, no sólo importa eso. ¿Quién te explicó todas
esas cosas? Tal vez él sepa algo. ¿Quién?
-
Mis padres…
Todo queda en
silencio, menos mi cabeza. Es un tema delicado, pero no puedo evitar pensar en
ello. Si me está mintiendo y ocultando quien se lo dijo de verdad sólo para
protegerme…
-
¿Tus padres? Pero… ¿cómo sabían ellos todo eso
sobre los sueños? ¿No me dijiste que venían de la ciudad? ¿Alek?- Sé que no le
he dejado tiempo para responder, pero quiero saber si todavía sigue ahí o si me
ha dejado de escuchar.
-
No lo sé…
-
¡PERO TIENE QUE HABER ALGO, JODER!
No puedo más
con esto. Empiezo a llorar y me tiro al sillón. Algo con lo que evitar esto… No
puede ser que el destino sea tan preciso. Ella se sienta también, en el de al lado.
Intenta no hacerlo, pero noto como sus lágrimas caen.
-
Hay una cosa, pero no, es imposible.
Generaciones pasadas lo han intentado y sólo han conseguido… su propia
destrucción.
No importa.
Estoy desesperado. Lo único que necesito es esa posibilidad, un poco de
esperanza.
-
¿Qué cosa, Alek?- pregunto, agarrándole el brazo
con tanta fuerza que hasta duele.
-
No, Ales, es muy arriesgado y seguramente
acabaríamos los dos muertos. Y tú no tienes que morir.
-
Alek, tú te arriesgaste a morir cuando me
ayudaste a enterrar a mi madre; ahora mismo te estas arriesgando por mí. Deja
que me arriesgue yo por una vez.
Durante unos segundos, eternos para mí, el silencio es el
único protagonista de la situación. Hasta que ella pronuncia las palabras que
cambiarán el rumbo del destino que yo creía que tenía.
-
De acuerdo. Pero si quieres abandonar en
cualquier instante, dímelo y lo dejaremos.
-
Bien. ¿Por dónde empezamos?
-
Por Althaea.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada