Primer capítulo- MI FUTURO NO ES FUTURO
Noto el tacto frio de la mano de mi perseguidor. Su mano
contra mi espalda me produce un fuerte estremecimiento. Su piel es tan fría y
el sol ha puesto tan caliente la mía que, por una parte, es un alivio ese
cambio de temperatura. Aun así sigo corriendo entre las altas dunas del
desierto, que parecen más grandes de lo normal hasta tal punto que me pregunto
si serán artificiales o una extraña creación de la naturaleza. Sea lo que sea,
ahora no importa. Pocas cosas importan en este momento. Dejo a un lado el
intenso calor que me sube por los descalzos pies, el flato que no hace más que
extenderse por todo mi abdomen, el sudor que me pega la camiseta y el pantalón
a la piel; todo, y sigo corriendo. En eso centro mi cerebro, en correr. Sin
embargo, mis esfuerzos no son suficientes. Los dedos de ese ser que me persigue
están pegados a mi espalda, tan sólo es cuestión de segundos que me alcance
toda su mano y me atrape entre sus brazos. Mis piernas flojean, agotadas por la
larga persecución. Aunque parece que él no está cansado, es imparable. Mis pies
se enredan en esa última esperanza que tenía en huir, y caigo al suelo. Espero
a que mi perseguidor se me eche encima, pero la espera se hace eterna. Nadie me
levanta con brusquedad ni me retiene. Sólo el calor de la arena llega hasta mí.
Pero tampoco me levanto. A pesar de que la arena me arda en la piel, no consigo
mover ni un solo músculo. Estoy demasiado cansado. Y es tan cómodo este suelo…
Cierro los ojos lentamente, viendo a lo lejos como un escorpión se esconde de
nosotros bajo la arena dejando tan sólo un pequeño bultito. No obstante, mi
descanso no dura demasiado. Un grito de terror llega a mis oídos, tan familiar
como el canto de los pájaros de madrugada. Y me estremezco, esta vez de terror
y no de frio. Sin ser yo quien controla mis movimientos, alzo la cabeza con
desesperación por ver de donde proviene. Pero la bajo de seguida al notar un
fuerte dolor en la pierna. Giro la cabeza. Y entonces lo veo. Ese ser que me ha
estado persiguiendo. El mismo ser que me ha clavado una daga en la pierna para
detener mi movimiento. Ese ser… soy yo. Va vestido con mi misma ropa,
pantalones tejanos largos y camiseta gris de manga corta. Su rostro es idéntico
al mío. Mis ojos se abren como platos al verlo. Resulta raro verme sin que haya
un espejo delante de mí. Mi boca entreabierta muestra un desconcierto que él no
siente. Las comisuras de sus labios se elevan mostrando una malvada sonrisa que
resulta extraña en mi rostro. Al ver que da un paso hacia mí, mi cara cambia a
una que muestra un gran terror. Y a medida que se acerca más y más, se hace tan
insoportable ese miedo que necesito cerrar los ojos. Pero no lo hago, hay algo
misterioso en él que ocupa toda mi atención. Sus ojos…, no son iguales a los
míos… Rojas, sus pupilas son de un rojo parecido al de la sangre. Me alejo, aún
tumbado en la arena y con la sangre manando de mi pierna, con ayuda de los
codos. Pero eso no le detiene. Se agacha y se tumba encima de mí, con los
brazos extendidos y las manos apoyadas en la arena que hay al lado de mi cabeza
para no tocarme ninguna parte del cuerpo. Nuestras cabezas están a tan sólo
unos centímetros de distancia y su sonrisa se ensancha. Es en ese momento
cuando me doy cuenta de que aunque lleve puesto mí mismo cuerpo no somos la
misma persona. Sus ojos son diferentes, sus sonrisa también, el modo en que sus
músculos se enderezan es extraño. «No es humano», es lo primero que se me viene
a la mente. Pero eso sirve de poco. Él se sigue acercando aún más, tanto que
nuestras narices están a punto de chocarse y no lo veo con claridad. Cierra los
ojos y por un momento creo que me va a besar, lo que me resulta extraño, ya que
ser besado por ti mismo no es lo que sucede todos los días. Pero no lo hace,
sólo me huele. Me huele como si fuese un buen plato de espaguetis a la boloñesa,
como si tuviese un olor diferente i embriagador. Abre los ojos, y su sonrisa es
tan terrorífica como su rostro, que empieza distorsionarse y a cambiar de una
forma que podría llegar a resultar patética, pero que sin duda no lo es. Sin
embargo, antes de que pueda ver lo que pasaría a continuación, el aspecto real
de ese “monstruo”, ese grito de terror que antes había escuchado ahora vuelve a
nacer, pero esta vez sin morir nunca. El rostro del monstruo vuelve a ser el
mío con facilidad. Se levanta y mira enfurecido hacia donde proviene el grito.
Y ahora que no hay nadie para impedírmelo yo también lo hago, con cierta
curiosidad. Una silueta femenina mira hacia el azul cielo en lo alto de una de
las dunas más lejanas que soy capaz de ver. Antes de que pueda comprender nada,
el ser que se había abalanzado antes hacia mí, ahora corre en dirección a la
mujer, tan rápido que ni siquiera veo sus pies moverse. Cuando llega a ella se
detiene. No logro ver bien lo que pasa allí arriba, pues el agotamiento se
vuelve a apoderar de mí y me encuentro cerrando los ojos lentamente otra vez.
Lo único que percibo es el cesar de los gritos y una fuerte punzada de dolor en
el corazón. Me coloco boca arriba y abro los ojos de nuevo por un momento. La
imagen de una chica, que mira fijamente y con aspecto serio lo que está
pasando en la duna aparece a unos metros de distancia de mí. No se da cuenta de
que la miro. Parece tensa. Entrecierro los ojos de manera que cuando me mira
piensa que no la veo. Y no es mentira del todo. Tan sólo logro ver una imagen
borrosa de la chica de pelo castaño corto. Cierro los ojos, y con la misma
rapidez con la que apareció todo…
Despierto. Y a diferencia del sueño, mi piel yace helada
encima del colchón desnudo del suelo. Me incorporo con un temblor en las manos
que soy incapaz de controlar. Me paso las manos por el pelo, que ha quedado
mojado después de todo este lio de emociones.
Intento poderme de pie, con dificultad, pero al final mis
fuerzas no me lo permiten. Evito pensar
en el dolor de cabeza, de espalda, de pies, que me cubre todo, aunque eso no me
lo quita. Hago todo lo posible por pensar en el sueño de la manera menos dolorosa
posible. Pero este sueño no ha sido como los demás. Normalmente, cada vez que me
despierto, el sueño viene a mí como un recuerdo lejano pero con todo detalle,
recordándolo todo a la perfección. Sin embargo, esta vez…, no ha sido igual. Es
decir, lo recuerdo todo como si hubiese sido real y hubiese pasado hace un
segundo. Ese es el problema. Esa sensación que tengo de que todo eso ha
ocurrido hace muy poco tiempo, incluso ahora mismo, me desconcierta. Sin
embargo, le resto importancia, no creo que la tenga. Puede que eso sea normal,
o todo lo normal que puede ser un sueño premonitorio. Así que empiezo el amargo
y tedioso siguiente paso: intentar descifrarlo. Intento dejar la mente en
blanco, dejar que todas las imágenes me envuelvan y le den un significado. Pero
el dolor de cabeza me impide relajarme. Al contrario, mi corazón late cada vez
más fuerte y los sudores fríos vuelven. Me vuelvo a tumbar en el colchón con la
intención de relajarme de una vez por todas. Pero aun así no lo consigo. Es
todo muy diferente al resto de días. Siempre que tengo estos sueños (casi todos
los días), cuando despierto con este dolor, solo me hace falta cerrar los ojos
y dejar la mente en blanco para que todo se vaya y entre en mí el significado
del sueño. Pero esta vez…, no se va ni aparece nada. Y eso me alegra y
entristece a la vez. La parte positiva es que por fin he conseguido no
descifrar uno de mis sueños. Es decir, un día entero sin saber lo que va a
pasar, un día lleno de posibilidades… No puedo evitar sacar una sonrisa y
reírme a carcajadas tumbado en el colchón. Paro cuando empiezo a parecer un
psicópata y a asustarme a mí mismo.
Me vuelvo a levantar, esta vez con más energía y haciendo
caso omiso al dolor general que me cubre todo el cuerpo.
Me dirijo a la cocina y cojo mi desayuno, una hogaza de pan
y un poco de agua. Mientras como camino hasta mi habitación con cuidado,
intentando no despertar a mi madre. Toco los muebles para saber por dónde voy,
pues es demasiado pronto para el amanecer y todavía no ha aparecido el primer
rayo de sol.
-
Ah!
La rodilla izquierda me palpita y me muerdo el labio por el
dolor. Palpo con las manos hasta averiguar que ha sido el armario con lo que me
he golpeado.
-
¿Ales?- pregunta una voz femenina al otro lado
de la pequeña habitación.
-
Sí, mamá. Ya me voy para el instituto.
-
Muy bien…- y de seguida vuelven a sonar los
ronquidos de fondo.
Cojo uno de los dos pantalones que tengo y otra de las otras
dos camisetas. Me cambio allí mismo, en silencio. Me pongo los calcetines y las
bambas, con cuidado para que no se rompan más de lo que están. Voy de puntillas
hasta mi madre y le doy un beso en su mejilla de 31 años de edad, que a pesar
de ser joven tiene algunas arrugas alrededor de los ojos por las malas
condiciones de vida.
-
Hasta luego, mamá-le susurro en la oreja.
-
Hasta luego, hijo…- y se vuelve a dormir, aunque
dudo que alguna vez haya estado despierta.
En mi camino hasta la puerta principal de la casa pienso en
la valentía de mi madre. Todos los cotilleos que tuvo que pasar cuando me tuvo
a mí con tan sólo 16 años. Y también lo que siguió sufriendo cuando empecé la
escuela y yo era el punto de encuentro de todas las miradas por el simple hecho
de ser “el que le destruyó la vida a una joven con mucho futuro”. Eso es lo
peor de la gente, que todo el mundo es normal hasta que le pasa algo. Entonces,
se convierte en la mejor del universo. Aunque tal vez eso sea la naturaleza del
hombre… Ojalá yo fuese tan valiente como mi madre. Que supo seguir adelante a
pesar de todas las miradas, que supo sobreponer lo que le importaba a las
palabras de los demás…
Todos mis problemas se van cuando salgo a la calle y
descubro este sol radiante de abril. El camino hasta el instituto se hace corto
esta vez y es una pena dejar el cantar de los pájaros aquí fuera para adentrarse
en el murmullo de voces que es el instituto…
Ando por una acera estrecha cuando un hombre me detiene.
-
¿Alessandro Rim?- me pregunta el señor trajeado
de arriba abajo con el uniforme de guardia de seguridad de La Dictadura.
Al principio dudo y opto por mentirle. Pero después me doy
cuenta de que él está convencidísimo de que yo soy Alessandro Rim y que mentir
empeoraría las cosas que ni siquiera sé que están mal. ¿Qué podrá haber
ocurrido?
-
Sí, ¿Qué quiere?- le digo en un tono borde
demostrando mi enfado con todo el mundo.
-
Lo lamente, pero su madre acaba de fallecer. Una
vecina nos ha avisado de lo ocurrido hace apenas diez minutos. Se ve que tenía
cáncer y no se ha tratado como se debería hasta que ha fallecido. Lo lamento-.
Y su rostro parece triste, aunque sé que en realidad está deseando irse a su
casa para sentarse en el sofá.
No es posible. Es prácticamente imposible. Me lo hubiera
dicho. Lo habría notado.
-
¿Pero qué dices? Lo siento, pero creo que se
equivoca de persona.- Le digo retomando mi camino.
-
Lo siento, ¿es usted Alessandro Rim Castilla?
Me detengo en seco y mi rostro se vuelve blanco. Y mi cabeza
enloquece. Sólo logro contenerme unos segundos para responderle.
-
Sí…
-
Lo siento mucho de verdad- se apresura a decir.
Tiemblo. Mis entrañas tiemblan. Mi cerebro tiembla. Mi
corazón late, si a ese movimiento forzado se le puede llamar latido. Entonces,
exploto.
-
¿Qué lo sientes? ¿Qué sientes exactamente?-pero
no le dejo responder- ¡NADA! Eso es lo tú y todo el mundo siente. ¡NADA!
¡Porque los sentimientos se fueron con la muerte de Martín García! Sí, ese
dictador que cambió todas las leyes y puso unas justas, el mismo que convirtió
en una bonita dictadura este país, con su muerte ha cambiado los sentimientos
de la gente. Esta nueva dictadura lo ha cambiado todo. Con su muerte tendría
que haber muerto la dictadura. Sí, lo admito, me da asco él y me das asco tú.
¡QUE EL MUNDO PARE DE MENTIR AL MENOS POR UNA MILÉSIMA DE SEGUNDO, POR FAVOR!
Y salgo corriendo hacia mi casa, con las lágrimas en los
ojos. Sé que las palabras que acabo de pronunciar costarán mi muerte, que
desafiar a Miguel El Dictador, como lo llama la gente, ha sido un error que no
tendré posibilidad de reparar. Pero me da igual. No es por eso por lo que
brotan mis lágrimas ahora mismo. Ella. La única persona que me importaba en
este mundo se ha ido y no la podré ver nunca más. Ni siquiera le he podido
desvelar mi secreto. Corro aún más rápido. No siento los pasos del guardia a
mis espaldas. No me sigue. O lo he despistado. Bien. Eso es bueno. O tal vez
no, tal vez ha ido a avisar a El Dictador de mis palabras. Sea lo que sea,
tengo que darme prisa.
En diez minutos llenos de agotamiento llego a mi casa. Abro
la puerta. Chirria y siento como si un fantasma todavía permaneciera. Pero no
es eso, todavía está el cuerpo. Camino dando traspiés hasta donde se halla el
cuerpo, en el sofá, cubierto por una sábana. Agarro uno de los extremos de la
sabana, pero no puedo. No puedo ver su pálida piel y salir ileso de la
situación. Así que la cojo en brazos aún con la sábana puesta. Tengo que salir
de aquí y huir al bosque antes de que los guardias me encuentren. Si ese fuese
el caso, mi muerte sería tan inminente como dolorosa.
Me encanta, de verdad me parece un comienzo muy interesante. Sigue asi!! =D
ResponEliminaMuchas grácias!:D Espero que los próximos capitulos tambien te gustes:3 Grácias por leertelo! Besoos!:)
EliminaSeguro que si!! A mi tambien me gusta mucho el mundo de la literatura asi que aqui tienes a una seguidora :) ojala tengas mucha suerte
EliminaMe pareció interesante, lo seguiré.
ResponEliminaSaludos y hasta pronto.
Me alegra mucho que te guste^^ Gracias por leerlo y darle una oportunidad a la historia:) Besos!
EliminaEstá muy bien, a ver si llego al último capítulo que has escrito hasta el momento.
ResponEliminaA ver que te parece el resto^^ Muchas gracias por leerlo:) A ver si hablamos alguna vez:) Besos y muchas gracias!:D
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