dissabte, 1 de juny del 2013

EL DESTINO DE UN SOÑADOR QUE NACIÓ PARA SER LIBRE

Primer capítulo- MI FUTURO NO ES FUTURO


Noto el tacto frio de la mano de mi perseguidor. Su mano contra mi espalda me produce un fuerte estremecimiento. Su piel es tan fría y el sol ha puesto tan caliente la mía que, por una parte, es un alivio ese cambio de temperatura. Aun así sigo corriendo entre las altas dunas del desierto, que parecen más grandes de lo normal hasta tal punto que me pregunto si serán artificiales o una extraña creación de la naturaleza. Sea lo que sea, ahora no importa. Pocas cosas importan en este momento. Dejo a un lado el intenso calor que me sube por los descalzos pies, el flato que no hace más que extenderse por todo mi abdomen, el sudor que me pega la camiseta y el pantalón a la piel; todo, y sigo corriendo. En eso centro mi cerebro, en correr. Sin embargo, mis esfuerzos no son suficientes. Los dedos de ese ser que me persigue están pegados a mi espalda, tan sólo es cuestión de segundos que me alcance toda su mano y me atrape entre sus brazos. Mis piernas flojean, agotadas por la larga persecución. Aunque parece que él no está cansado, es imparable. Mis pies se enredan en esa última esperanza que tenía en huir, y caigo al suelo. Espero a que mi perseguidor se me eche encima, pero la espera se hace eterna. Nadie me levanta con brusquedad ni me retiene. Sólo el calor de la arena llega hasta mí. Pero tampoco me levanto. A pesar de que la arena me arda en la piel, no consigo mover ni un solo músculo. Estoy demasiado cansado. Y es tan cómodo este suelo… Cierro los ojos lentamente, viendo a lo lejos como un escorpión se esconde de nosotros bajo la arena dejando tan sólo un pequeño bultito. No obstante, mi descanso no dura demasiado. Un grito de terror llega a mis oídos, tan familiar como el canto de los pájaros de madrugada. Y me estremezco, esta vez de terror y no de frio. Sin ser yo quien controla mis movimientos, alzo la cabeza con desesperación por ver de donde proviene. Pero la bajo de seguida al notar un fuerte dolor en la pierna. Giro la cabeza. Y entonces lo veo. Ese ser que me ha estado persiguiendo. El mismo ser que me ha clavado una daga en la pierna para detener mi movimiento. Ese ser… soy yo. Va vestido con mi misma ropa, pantalones tejanos largos y camiseta gris de manga corta. Su rostro es idéntico al mío. Mis ojos se abren como platos al verlo. Resulta raro verme sin que haya un espejo delante de mí. Mi boca entreabierta muestra un desconcierto que él no siente. Las comisuras de sus labios se elevan mostrando una malvada sonrisa que resulta extraña en mi rostro. Al ver que da un paso hacia mí, mi cara cambia a una que muestra un gran terror. Y a medida que se acerca más y más, se hace tan insoportable ese miedo que necesito cerrar los ojos. Pero no lo hago, hay algo misterioso en él que ocupa toda mi atención. Sus ojos…, no son iguales a los míos… Rojas, sus pupilas son de un rojo parecido al de la sangre. Me alejo, aún tumbado en la arena y con la sangre manando de mi pierna, con ayuda de los codos. Pero eso no le detiene. Se agacha y se tumba encima de mí, con los brazos extendidos y las manos apoyadas en la arena que hay al lado de mi cabeza para no tocarme ninguna parte del cuerpo. Nuestras cabezas están a tan sólo unos centímetros de distancia y su sonrisa se ensancha. Es en ese momento cuando me doy cuenta de que aunque lleve puesto mí mismo cuerpo no somos la misma persona. Sus ojos son diferentes, sus sonrisa también, el modo en que sus músculos se enderezan es extraño. «No es humano», es lo primero que se me viene a la mente. Pero eso sirve de poco. Él se sigue acercando aún más, tanto que nuestras narices están a punto de chocarse y no lo veo con claridad. Cierra los ojos y por un momento creo que me va a besar, lo que me resulta extraño, ya que ser besado por ti mismo no es lo que sucede todos los días. Pero no lo hace, sólo me huele. Me huele como si fuese un buen plato de espaguetis a la boloñesa, como si tuviese un olor diferente i embriagador. Abre los ojos, y su sonrisa es tan terrorífica como su rostro, que empieza distorsionarse y a cambiar de una forma que podría llegar a resultar patética, pero que sin duda no lo es. Sin embargo, antes de que pueda ver lo que pasaría a continuación, el aspecto real de ese “monstruo”, ese grito de terror que antes había escuchado ahora vuelve a nacer, pero esta vez sin morir nunca. El rostro del monstruo vuelve a ser el mío con facilidad. Se levanta y mira enfurecido hacia donde proviene el grito. Y ahora que no hay nadie para impedírmelo yo también lo hago, con cierta curiosidad. Una silueta femenina mira hacia el azul cielo en lo alto de una de las dunas más lejanas que soy capaz de ver. Antes de que pueda comprender nada, el ser que se había abalanzado antes hacia mí, ahora corre en dirección a la mujer, tan rápido que ni siquiera veo sus pies moverse. Cuando llega a ella se detiene. No logro ver bien lo que pasa allí arriba, pues el agotamiento se vuelve a apoderar de mí y me encuentro cerrando los ojos lentamente otra vez. Lo único que percibo es el cesar de los gritos y una fuerte punzada de dolor en el corazón. Me coloco boca arriba y abro los ojos de nuevo por un momento. La imagen de una chica, que mira fijamente y con aspecto serio lo que está pasando en la duna aparece a unos metros de distancia de mí. No se da cuenta de que la miro. Parece tensa. Entrecierro los ojos de manera que cuando me mira piensa que no la veo. Y no es mentira del todo. Tan sólo logro ver una imagen borrosa de la chica de pelo castaño corto. Cierro los ojos, y con la misma rapidez con la que apareció todo…
Despierto. Y a diferencia del sueño, mi piel yace helada encima del colchón desnudo del suelo. Me incorporo con un temblor en las manos que soy incapaz de controlar. Me paso las manos por el pelo, que ha quedado mojado después de todo este lio de emociones.
Intento poderme de pie, con dificultad, pero al final mis fuerzas no me lo permiten.  Evito pensar en el dolor de cabeza, de espalda, de pies, que me cubre todo, aunque eso no me lo quita. Hago todo lo posible por pensar en el sueño de la manera menos dolorosa posible. Pero este sueño no ha sido como los demás. Normalmente, cada vez que me despierto, el sueño viene a mí como un recuerdo lejano pero con todo detalle, recordándolo todo a la perfección. Sin embargo, esta vez…, no ha sido igual. Es decir, lo recuerdo todo como si hubiese sido real y hubiese pasado hace un segundo. Ese es el problema. Esa sensación que tengo de que todo eso ha ocurrido hace muy poco tiempo, incluso ahora mismo, me desconcierta. Sin embargo, le resto importancia, no creo que la tenga. Puede que eso sea normal, o todo lo normal que puede ser un sueño premonitorio. Así que empiezo el amargo y tedioso siguiente paso: intentar descifrarlo. Intento dejar la mente en blanco, dejar que todas las imágenes me envuelvan y le den un significado. Pero el dolor de cabeza me impide relajarme. Al contrario, mi corazón late cada vez más fuerte y los sudores fríos vuelven. Me vuelvo a tumbar en el colchón con la intención de relajarme de una vez por todas. Pero aun así no lo consigo. Es todo muy diferente al resto de días. Siempre que tengo estos sueños (casi todos los días), cuando despierto con este dolor, solo me hace falta cerrar los ojos y dejar la mente en blanco para que todo se vaya y entre en mí el significado del sueño. Pero esta vez…, no se va ni aparece nada. Y eso me alegra y entristece a la vez. La parte positiva es que por fin he conseguido no descifrar uno de mis sueños. Es decir, un día entero sin saber lo que va a pasar, un día lleno de posibilidades… No puedo evitar sacar una sonrisa y reírme a carcajadas tumbado en el colchón. Paro cuando empiezo a parecer un psicópata y a asustarme a mí mismo.
Me vuelvo a levantar, esta vez con más energía y haciendo caso omiso al dolor general que me cubre todo el cuerpo.
Me dirijo a la cocina y cojo mi desayuno, una hogaza de pan y un poco de agua. Mientras como camino hasta mi habitación con cuidado, intentando no despertar a mi madre. Toco los muebles para saber por dónde voy, pues es demasiado pronto para el amanecer y todavía no ha aparecido el primer rayo de sol.
-          Ah!
La rodilla izquierda me palpita y me muerdo el labio por el dolor. Palpo con las manos hasta averiguar que ha sido el armario con lo que me he golpeado.
-          ¿Ales?- pregunta una voz femenina al otro lado de la pequeña habitación.
-          Sí, mamá. Ya me voy para el instituto.
-          Muy bien…- y de seguida vuelven a sonar los ronquidos de fondo.
Cojo uno de los dos pantalones que tengo y otra de las otras dos camisetas. Me cambio allí mismo, en silencio. Me pongo los calcetines y las bambas, con cuidado para que no se rompan más de lo que están. Voy de puntillas hasta mi madre y le doy un beso en su mejilla de 31 años de edad, que a pesar de ser joven tiene algunas arrugas alrededor de los ojos por las malas condiciones de vida.
-          Hasta luego, mamá-le susurro en la oreja.
-          Hasta luego, hijo…- y se vuelve a dormir, aunque dudo que alguna vez haya estado despierta.
En mi camino hasta la puerta principal de la casa pienso en la valentía de mi madre. Todos los cotilleos que tuvo que pasar cuando me tuvo a mí con tan sólo 16 años. Y también lo que siguió sufriendo cuando empecé la escuela y yo era el punto de encuentro de todas las miradas por el simple hecho de ser “el que le destruyó la vida a una joven con mucho futuro”. Eso es lo peor de la gente, que todo el mundo es normal hasta que le pasa algo. Entonces, se convierte en la mejor del universo. Aunque tal vez eso sea la naturaleza del hombre… Ojalá yo fuese tan valiente como mi madre. Que supo seguir adelante a pesar de todas las miradas, que supo sobreponer lo que le importaba a las palabras de los demás…
Todos mis problemas se van cuando salgo a la calle y descubro este sol radiante de abril. El camino hasta el instituto se hace corto esta vez y es una pena dejar el cantar de los pájaros aquí fuera para adentrarse en el murmullo de voces que es el instituto…
Ando por una acera estrecha cuando un hombre me detiene.
-          ¿Alessandro Rim?- me pregunta el señor trajeado de arriba abajo con el uniforme de guardia de seguridad de La Dictadura.
Al principio dudo y opto por mentirle. Pero después me doy cuenta de que él está convencidísimo de que yo soy Alessandro Rim y que mentir empeoraría las cosas que ni siquiera sé que están mal. ¿Qué podrá haber ocurrido?
-          Sí, ¿Qué quiere?- le digo en un tono borde demostrando mi enfado con todo el mundo.
-          Lo lamente, pero su madre acaba de fallecer. Una vecina nos ha avisado de lo ocurrido hace apenas diez minutos. Se ve que tenía cáncer y no se ha tratado como se debería hasta que ha fallecido. Lo lamento-. Y su rostro parece triste, aunque sé que en realidad está deseando irse a su casa para sentarse en el sofá.
No es posible. Es prácticamente imposible. Me lo hubiera dicho. Lo habría notado.
-          ¿Pero qué dices? Lo siento, pero creo que se equivoca de persona.- Le digo retomando mi camino.
-          Lo siento, ¿es usted Alessandro Rim Castilla?
Me detengo en seco y mi rostro se vuelve blanco. Y mi cabeza enloquece. Sólo logro contenerme unos segundos para responderle.
-          Sí…
-          Lo siento mucho de verdad- se apresura a decir.
Tiemblo. Mis entrañas tiemblan. Mi cerebro tiembla. Mi corazón late, si a ese movimiento forzado se le puede llamar latido. Entonces, exploto.
-          ¿Qué lo sientes? ¿Qué sientes exactamente?-pero no le dejo responder- ¡NADA! Eso es lo tú y todo el mundo siente. ¡NADA! ¡Porque los sentimientos se fueron con la muerte de Martín García! Sí, ese dictador que cambió todas las leyes y puso unas justas, el mismo que convirtió en una bonita dictadura este país, con su muerte ha cambiado los sentimientos de la gente. Esta nueva dictadura lo ha cambiado todo. Con su muerte tendría que haber muerto la dictadura. Sí, lo admito, me da asco él y me das asco tú. ¡QUE EL MUNDO PARE DE MENTIR AL MENOS POR UNA MILÉSIMA DE SEGUNDO, POR FAVOR!
Y salgo corriendo hacia mi casa, con las lágrimas en los ojos. Sé que las palabras que acabo de pronunciar costarán mi muerte, que desafiar a Miguel El Dictador, como lo llama la gente, ha sido un error que no tendré posibilidad de reparar. Pero me da igual. No es por eso por lo que brotan mis lágrimas ahora mismo. Ella. La única persona que me importaba en este mundo se ha ido y no la podré ver nunca más. Ni siquiera le he podido desvelar mi secreto. Corro aún más rápido. No siento los pasos del guardia a mis espaldas. No me sigue. O lo he despistado. Bien. Eso es bueno. O tal vez no, tal vez ha ido a avisar a El Dictador de mis palabras. Sea lo que sea, tengo que darme prisa.

En diez minutos llenos de agotamiento llego a mi casa. Abro la puerta. Chirria y siento como si un fantasma todavía permaneciera. Pero no es eso, todavía está el cuerpo. Camino dando traspiés hasta donde se halla el cuerpo, en el sofá, cubierto por una sábana. Agarro uno de los extremos de la sabana, pero no puedo. No puedo ver su pálida piel y salir ileso de la situación. Así que la cojo en brazos aún con la sábana puesta. Tengo que salir de aquí y huir al bosque antes de que los guardias me encuentren. Si ese fuese el caso, mi muerte sería tan inminente como dolorosa.

7 comentaris:

  1. Me encanta, de verdad me parece un comienzo muy interesante. Sigue asi!! =D

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    1. Muchas grácias!:D Espero que los próximos capitulos tambien te gustes:3 Grácias por leertelo! Besoos!:)

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    2. Seguro que si!! A mi tambien me gusta mucho el mundo de la literatura asi que aqui tienes a una seguidora :) ojala tengas mucha suerte

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  2. Me pareció interesante, lo seguiré.

    Saludos y hasta pronto.

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    1. Me alegra mucho que te guste^^ Gracias por leerlo y darle una oportunidad a la historia:) Besos!

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  3. Está muy bien, a ver si llego al último capítulo que has escrito hasta el momento.

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    1. A ver que te parece el resto^^ Muchas gracias por leerlo:) A ver si hablamos alguna vez:) Besos y muchas gracias!:D

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