dijous, 8 d’agost del 2013

EL DESTINO DE UN SOÑADOR QUE NACIÓ PARA SER LIBRE

Decimocuarto capítulo- EL MIEDO ME PARALIZA

Pisar la primera hoja, la que con un escalofrió me manda una alerta, la que me dice “Aquí estoy”, me resultaría imposible si no estuviese acompañado. Si no estuviese con Alek, esto sería como una idea descabellada para mí. Pero ahora que se convierte en una necesidad, tengo que estar más seguro que nunca. Aun así, titubeo. Mi pie tiembla y estoy a punto de caerme. Pero me apoyo en uno de los árboles de hojas marrones, lo que me causa otro escalofrió y una sacudida, que me manda al suelo. Abro mucho los ojos y me quedo con la mirada perdida. ¿Pero qué estoy haciendo? ¿Qué me pasa? Tengo miedo. Eso es. Intento ocultarlo pero no deja de ser horror lo que ruge dentro de mí, lo que desea salir de mi interior y hacer que mis pies corran en dirección contraria. Miedo no, pánico. Pánico a… no lo sé, a adentrarme en lo desconocido, supongo. No estoy seguro, pero tengo miedo.
Alguien se arrodilla a mi lado y me coge una mano. Alek. Coge mi rostro con la otra y lo gira hacia el suyo. Su mirada es triste. Puede que sea porque piensa que me he rendido, que esa posibilidad que tenemos se le va de las manos.
-          Podemos parar cuando quieras. Lo sabes- me dice en voz baja, para que me esfuerce en escucharla y le preste atención.
Pero no puedo dejarlo ahora. A pesar de mi miedo voy a seguir.
Alzo mi mano temblorosa y, muy lentamente, la dirijo hacia el tronco del árbol que antes ha hecho caerme. Lo miro como si fuese a ser la causa de la algo horroroso, y la verdad es que puede serlo. Mi mano tiembla de tal manera que no creo que pudiese sujetar algo firmemente aunque me lo propusiera. Se acerca al oscuro tronco. Y cuando tan sólo un centímetro los separa, se para en seco. De nuevo con la duda. Pero lo hago. Agarro el tronco, con la mano aún más temblorosa, y con la ayuda de Alek me pongo en pie. Con dificultad, pero en pie.
Todo mi cuerpo tiembla y si no fuera porque Alek me agarra la mano, volvería a caer.
Me concentro y dejo de pensar en la muerte, en las pocas posibilidades que tenemos para conseguir lo que necesitamos, en lo que causaría no ser los elegidos para encontrar la esencia. En todo eso, en lo irreal y anormal que parece todo esto. Intento dejar de pensar en eso aunque amenace con explotarme la cabeza. Estrecho con más fuerza la mano de Alek y doy otro paso más, que me da un poco más de seguridad. Aunque todavía no paro de temblar.
-          Gracias…- El susurro de Alek apenas llega a mis oídos, pero me da fuerzas.
Nuestros pasos son irregulares. Ella me mira con cara de preocupación, intentando descifrar lo que dicen mis ojos, lo que de verdad quiero. Lo que no sabe es que estoy donde quiero estar. Pero no digo nada, pues ya tengo suficiente con el instinto de supervivencia que me pide a gritos que me vaya de aquí.
Y no lo veo venir. Con todo este lio de sensaciones e incomodidades, no lo vemos venir ni Alek ni yo. La próxima vez tenemos que ser más precavidos. Porque no ver al lobo de dos metros que corre hacia nosotros desde la izquierda, directo hacia mí, es de estar más que despistado.
Creo que todavía no lo he visto cuando empiezo a correr y a tirar de Alek para que ella corra también. Simplemente mi cuerpo a reaccionado y yo he respondido.
Corremos. Corremos. Corremos. Corremos. Y siento miedo. Pero corro.
Alek se ha deshecho ya de mi mano y empieza a correr. Me doy el capricho de mirarla un segundo y me doy cuenta de lo decidida que parece, del poco miedo que muestra, de la seguridad que siente al dar cada paso. Pero no puedo mirarla por mucho tiempo. Un árbol que no debería estar ahí, aparece y me doy de bruces contra él. ¿Cuándo mi torpeza dejará de joderlo todo?
Noto como la sangre mana de mi nariz. Pero la ignoro, porque también noto la mano de Alek sobre la mía. Me levanto en menos de un segundo. Pero esas milésimas son suficientes para que el lobo de tamaño descomunal nos alcance. Y mientras doy el primer paso para empezar a correr de nuevo, los colmillos atrapan el brazo de mi camiseta y lo destripa allí mismo. En ese momento de distracción en el que el lobo está demasiado ocupado con el trozo de tela, Alek y yo aprovechamos para intentar coger ventaja. Aunque parece que la suerte no está de nuestra parte, pues en cuanto empezamos a correr el lobo suelta de golpe la tela y empieza de nuevo la persecución.
No sé qué hacer, no tengo ni idea. Corro. Pero estoy cansado y el lobo nos va pisando los talones. Y no tengo ni la más remota idea de que hacer. Esto es un bosque. No hay lugar donde esconderse y no nos encuentre. La única posibilidad que tenemos es que corramos hasta que se canse. Pero eso es imposible. Ni corriendo un millón de kilómetros esta bestia se cansaría. Y yo ya no puedo más. Los arboles pasan a mi alrededor y mi vista se nubla por el cansancio. Ahora también tiemblo, pero es por el agotamiento. Y el miedo, también hay parte de miedo en ese temblor. Pero ya está, no puedo aguantar más. Puede que Alek sí, pero yo no. Es sorprendente y a la vez frustrante que todo esto acabe aquí, con un pequeño obstáculo en el camino cuando hay tantos grandes que están por llegar. Pero supongo que esto es demasiado para nosotros, bueno, para mí… No puedo seguir…
Pero como venido de la nada, sólo para ayudarme, como si estuviese hecho sólo para nosotros, aparece un lago enorme a nuestros pies. Y cuando mis pies rozan el agua, salto. Salto lo más lejos que puedo. No creo que el lobo sepa nadar, y si lo sabe, yo lo haré más rápido. Mientras estoy en el aire giro la cabeza para buscar el rostro de Alek. Pero no lo encuentro a mi lado. Por el rabillo del ojo distingo su cuerpo aterrizando en la tierra, un poco más allá de donde estaba antes. Y sus ojos abiertos como platos al verme a mí saltar. Y en seguida me doy cuenta del porqué de su sorpresa, cuando noto las zarpas del animal clavarse en mi espalda. Y cuando alzo la vista lo veo pasar por encima de mí, dejándome su marca en toda la espalda. Y todo eso en un par de segundos. Caigo. Me hundo en el agua y unas burbujitas me indican que el lobo está a mi lado. Miro la superficie y nado con todas mis fuerzas hacia ella. Para mi sorpresa, cuando al fin puedo volver a respirar, descubro que el lobo no puede nadar. Y se va hacia el fondo, agonizando. Me da un poco de pena cuando lo veo sufrir y llorar como un cachorrito, pero quería matarnos, así que esa pena se disipa en un segundo.
Sin embargo, todavía no canto victoria. Al contrario, creo que en este momento siento más miedo que en toda mi vida. No me había dado cuenta antes, y no creo que me hubiese lanzado con tanta decisión si lo hubiese hecho. Trozos de peces muertos flotando por todo el lago. No hay trozo de agua en el que no haya restos de pez. Cabezas, colas, espinas y alguno que otro casi intacto es lo que tengo a mi alrededor, lo que me roza los brazo y las piernas. Qué asco. Pero… ¿Por qué está esto así? No… no tiene sentido. ¿Son peces muertos soñados?
Pero no. Rápidamente me doy cuenta de que no son peces muertos soñados. Sino que han muerto en Althaea. ¿Quién los ha matado? El mismo ser acuático gigante de más de cinco metros que se encuentra debajo de mi ahora mismo, a unos seis metros de profundidad, acabando también con el lobo que nos perseguía. El pánico vuelve a paralizarme. Tan sólo me muevo lo suficiente para mantenerme en la superficie. Y los gritos de Alek se convierten en un susurro para mí.
-          ¡ALES, JODER, VEN AQUÍ! ¡TE VA A COMER!- grita una y otra vez, tendiéndome una mano.
Pero mi mirada está fija en la profundidad del lago. En los trozos de lobo que empiezan a flotar y a posarse a mi lado. En el monstruo gris parecido a un tiburón que desgarra la piel del animal terrestre. Y cuando acaba con el último hueso, cuando ya no hay más a lo que hincar su diente, sé que soy el siguiente. Y reacciono. Porque el miedo me mueve hacia la orilla. Nado asustado, pero nado tan rápido como nunca. Y en este momento me arrepiento de haber saltado tan lejos. Porque el monstruo marino también es muy rápido, muchísimo. Y cuando yo he llegado a la orilla él ya está detrás de mí con la boca abierta. Alek me coge del brazo y tira de mí. Y yo me subo con la ayuda de mis pies. Y, gracias a mi gran suerte, solo me desgarra el pie del pantalón.
Me tiro al suelo y no me atrevo a girar la cabeza para encontrarme con la bestia. Aunque supongo que ya se habrá vuelto a sumergir.
Respiro rápido, intentando que se me pase el susto y que mis latidos se ralenticen. Aunque creo que va a ser difícil que eso pase. Alek se sienta a mi lado, también descansando.
-          Dios, soy gilipollas- digo, mientras reímos sin saber por qué.

Es una de esas veces que ríes por tu suerte, las casualidades que están de tu parte. Porque, simplemente, debes reír para no llorar.

2 comentaris:

  1. ¡Hola! Iré leyendo tu historia poco a poco, lo mínimo que puedo hacer... Gracias por los premios que me concediste, que aunque aún no haya hecho, prometo escribir una entrada en la que te nombre y te lo agradezca. Gracias también por seguir mi blog y apoyarme, espero que sigas escribiendo porque por lo que he visto tienes talento.
    ¡Ah! Y enhorabuena: por lo que vi en el blog de Blue Jeans tienes un premio :) Qué emocionada has de estar... Bueno, no me explayo más: un beso y ya nos leemos.

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    1. Muchas gracias por todo^^ Nada más leer el comentario he pensado "Que chica tan simpatica y humilde" En serio, me ha gustado mucho tu comentario:D Ese premio te lo merecias*-* Y si tuviese el honor de poder conceder otro te lo concederia a ti otra vez^^ Porque tienes mucho talento y me encanta tu blog:) Muchas gracias otra vez por todo, por el cumplido, por leerme y por lo del premio de Blue Jeans. La verdad es que sí, estoy muy emocionada*-* Besos y gracias^^ Nos leemos^^
      P.D: En cuanto pueda te recomiendo en twitter:) No es mucho, pero es lo único que se me ocurre para agradecer tu simpatia^^

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